11.23.2002

 
Hay momentos en que cinco orgasmos no vienen a ser aun una sola lata de frijoles refritos.

En cambio, a veces te encuentras sumergido en sentido de placer total tal que harías cualquier cosa, responderías a cualquier petición, sin pensar en lo mismo.

Fuera de la ventana del dormitorio mío, oigo un coche viniendo y regresando. Exhibe una voz baja tanto que casi hace cosquillas a mis sentidos. Lo oigo pasar por la quinta vez, y solamente con una fuerza llego a vencer el deseo increíble de querer determinar adónde va y de dónde viene. Vuelvo a la idea anterior.

Aunque sólo te quede una sola lata de frijoles en la alacena, la vida te complace y te sientes suavizado por ello. Por eso, tumbas en la cama, solo, y dejas que tu ser se escape del cuerpo, lo que se permanece yacido allá, completamente agotado, y haces círculos con el ventilador que está puesto en el techo. Desde allí, aún flotando, puedes contemplar de nuevo la posibilidad de que, por fin, se ha convertido el sueño elusivo en realidad. Te espantas con esta serie de pensamientos, y poco a poco regresas a tu cuerpo, abres los ojos por uno o dos segundos, como máximo, y antes de cerrarlos de nuevo, derramas una sola lágrima, no sabiendo si es una lágrima de alegría o de temor completo y total.